Por Eduardo Montalvo
Hace años fui a comprarme un par de zapatos y, al llegar
a la tienda, cuál no sería mi sorpresa que inmediatamente conseguí un par que
me gustó y que me quedaba muy bien. Fue tanta mi satisfacción que decidí
comprarme 2 pares: Uno negro y otro marrón.
La calidad de la manufactura y de los materiales de
estos zapatos era estupenda, propia de un producto orgullosamente hecho en los
Estados Unidos de América.
Por años usé con gusto ambos pares de zapatos, prácticamente
en toda ocasión. Los pobres zapatos no tenían descanso, indistintamente usaba
los negros, como los marrones mientras continuaba satisfecho con mis zapatos
americanos.
Como es lógico suponer, con el transcurrir de los
años, mis zapatos fueron evidenciando muestras del uso y abuso al que
constantemente los sometía; así fueron perdiendo su brillo y atractivo
originales. Pero, siempre estaban allí, listos para ser usados una y otra vez.
En realidad no había nada malo en ellos, solamente que ya no lucían tan bien
como cuando eran nuevos.
Así, 4 años más tarde, motivado por la buena
experiencia, me animé a repetirla y fui a buscar otro par idéntico, para
sustituir mis zapatos viejos. Los conseguí de la misma marca, pero MADE IN
CHINA.
Me llamó la atención el hecho de que la suela del
modelo chino era distinta y el zapato resultaba sorprendente más liviano, así
que pensé que siendo de la misma marca deberían ser aún más cómodos. Pero, pronto
me di cuenta de mi gran equivocación.
Los zapatos chinos no sólo resultaron incómodos,
sino que duraron comparativamente poco tiempo. Su suela se desgasto con
prontitud, su horma se deformó y sus trenzas se rompieron en pedazos.
Hoy, aún conservo los zapatos originales MADE IN USA, los cuales uso con orgullo y satisfacción, a pesar de que no lucen como en
sus mejores días. Por su parte, los zapatos chinos dejaron de existir hace ya mucho
tiempo.
Basado en esta experiencia me he propuesto no
comprar productos chinos cada vez que pueda. Sé que hoy en día es sumamente
difícil poder dejar de comprar productos manufacturados en China, pero siempre
que consigo un producto americano lo prefiero aunque tenga que pagar más. Mi
mala experiencia demostró, una vez más, que lo barato sale caro y si es chino, resulta
peor aún.
Les invito a que defendamos nuestra industria
nacional, prefiriendo adquirir productos hechos en USA ante cualquier otra
opción, en especial si es china.
La industria estadounidense siempre se ha
caracterizado por ofrecer productos del mejor nivel de calidad existente y con
una envidiable durabilidad. Entonces, ¿por qué seguir vulnerando a nuestro país
y a su industria? ¡Defendamos lo nuestro, que, por cierto, es lo mejor!
Estemos orgullosos de nuestra nación, que es el hogar
donde vivimos con nuestras familias. Hagamos la Patria Americana cada vez más
fuerte apoyando a nuestra industria. ¡No compre zapatos chinos! Hoy me volveré a poner mis zapatos americanos... ¿y usted?
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