viernes, 12 de agosto de 2011

¡El español llegó para quedarse!



Desde que nacimos lo estamos escuchando, luego aprendimos a hablarlo.  Años después fuimos instruidos en su lectura y escritura, y fue así como descubrimos que nuestros pensamientos se expresaban en la lengua de Cervantes, y que, casi por magia, podíamos comunicarnos con nuestro entorno y hacernos entender con los demás, expresar nuestras ideas, pensamientos y sentimientos.  Todo era posible gracias a nuestro idioma: el español.


Ésta, sin duda, es la amalgama que une los eslabones de los pueblos latinoamericanos, más aún cuando nos encontramos como inmigrantes en este Gran País de la América del Norte.  Esta es nuestra conexión, nuestra contraseña, nuestro “password” que nos da acceso a comunicarnos entre sí, sin distinción de nacionalidades. guatemaltecos con uruguayos, colombianos con dominicanos, los unos con los otros.


Todos los latinoamericanos hablamos un mismo idioma pero lo hablamos diferente, es decir, todos hablamos español pero empleamos términos diferentes para nombrar las mismas cosas, o bien empleamos los mismos términos para nombrar diferentes cosas. Lo que conlleva a situaciones a veces muy incómodas y graciosas. Para muestra un botón:

En Venezuela preparamos una bebida a base de arroz, cremosa, dulce y sabrosa la cual llamamos Chicha.  Ahora pregúntele a una puertorriqueña si quiere chicha y espere su reacción. Como éste son incontables los casos.

Y a la hora de tener diferentes nombres no hay quien le gane al Cerdo: puerco, cochino, marrano y chancho entre otros son los nombres que le dan a este sabroso animal en distintos países.

Una torta no es necesariamente lo mismo en todos lados, puede ser un pastel, bizcocho o hasta un sandwich, y, a su vez, un pastel no es necesariamente una torta y mucho menos un bizcocho.



A veces hablamos un mismo idioma pero no logramos entendernos del todo.

Otra de las diferencias estriba en la manera de pronunciar, es decir, el acento.  Esta es nuestra carta de presentación ante los demás, es la evidencia indestructible de nuestro origen nacional, es algo que es muy difícil de ocultar.  Es como las borracheras: Son muy difíciles de disimular y toma tiempo el deshacerse de ellas.

Apenas uno abre la boca se expone a ser identificado.  Aunque la cosa siempre no es tan fácil, sobre todo cuando se trata de identificar acentos de países diferentes pertenecientes a una misma región, pero con un poquito de práctica es posible atinar casi siempre a la primera.



El español nos une a todos quienes lo hablamos aquí en los Estados Unidos, es la vinculación entre todos los latinos.

Cuando uno está todavía aprendiendo el inglés, siempre que dudamos o nos vemos en aprietos apelamos al uso de nuestro salvavidas: Do you speak Spanish? y resulta casi una bendición si recibimos por respuesta: Si yo hablo Español.  Frase milagrosa que nos conecta con el mundo sin necesidad de la Internet.

Cuando leemos un aviso publicitario, y nos preparamos a entrar a una tienda o restaurant y avistamos la conocida frase: HABLAMOS ESPAÑOL entonces nos sentimos dueños de la situación y vamos hacia adelante sin titubeos.

El español es la herencia recibida de nuestros padres y es también la herencia que nosotros, los hispanoparlantes en este gran país, debemos dejar a nuestros hijos.  El hablar español los hará más competitivos en un mundo, donde el uso de este idioma cada vez es más aceptado.  Esto es a consecuencia de un simple juego de números: cada día somos más, tanto en Latinoamérica como aquí en los Estados Unidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario