lunes, 18 de abril de 2011

El Comité de Bienvenida



Tras varias horas de vuelo por fin había llegado a mi destino: ¡Los Estados Unidos de América!
Apenas bajé del avión, allí mismo estaba esperándome el “Comité de Bienvenida”.

Ahí estaba mi Tía Sabionda, esa que todo lo sabe y todo lo dice, sin que le quede nada por dentro. Apenas me vio, me tomó por el brazo y comenzó a decirme todo lo que debía hacer.
Que tenía que sacar una licencia de conducir de esas llamadas internacionales, porque eran igualitas a las de verdad. Que el mejor empleo que podía conseguirme era en el correo, porque allí pagaban no sé cuantos dólares por hora. Que ella sabía donde podía conseguir un buen carro segunda mano “como nuevo”. Que si patatín… que si patatán.

Junto a mi Tía estaba mi Primo Envidioso, quien me dijo que debía invertir mis ahorros en un “buen negocio”, del cual él tenía información exclusiva y confidencial. Él insistía en garantizar que mis ahorros estarían asegurados contra todo riesgo (excepto de él mismo).

Apenas pude, escapé de sus garras para caer en las de su hermano, mi Primo Vacilante. Así salí de Guatemala para caer en Guatepeor. Mi otro primo me insistía en que invirtiera en una franquicia de carritos de perros calientes para después aconsejarme invertir en la compra de oro roto. No se cansaba de darme consejo tras consejo, uno totalmente distinto al otro.

Como pude, me zafé de ellos, salí corriendo y tomé el primer taxi que encontré. Pero, para mi infortunio, el taxista resultó ser un agente de bienes raíces caído en desgracia que, inmediatamente, trató de convencerme de invertir en la compra de condominios embargados en los Everglades.

Al llegar a mi destino, me bajé del taxi a toda velocidad y, cuando creí que estaría a salvo, me topé con un señor, quien al verme con mi maleta en mano, me dio la bienvenida y ofreció ayudarme.
Él me dijo que era abogado y que por una “módica suma” podía conseguirme “los papeles” en sólo cuestión de horas. No podía creer mi buena suerte. Apenas me había bajado del avión y ya estaba a punto de conseguir mis papeles. Pero mi ilusión duró lo que dura un merengue en la puerta de una escuela. El autodenominado abogado desapareció del mapa por arte de magia, llevándose consigo buena parte de mis ahorros.

Con sólo parte del dinero que había traído, comencé a buscar trabajo y lo que conseguí fue pasar trabajo en el intento. Mis nuevos amigos me aconsejaron que me olvidara de ello y que estableciera mi propio negocio, que era muy fácil y que con sólo una fracción del dinero que aún tenía lo podía hacer en un dos por tres.  Efectivamente, en un santiamén me encontré en la calle, quebrado, sin negocio y al borde del abismo, sin saber qué hacer.

Esta situación sucede a diario en este país. Miles de inmigrantes vienen buscando el Sueño Americano para encontrarse con un “Comité de Bienvenida” conformado por personas que queriendo hacer un bien, terminan perjudicándonos. No se deje engañar por estos “benefactores”, asesórese bien y NO se exponga a ser otra víctima más del “Comité de Bienvenida”.

Para comunicarse con el autor, envíe su correo electrónico a edmontalvo@comcast.net o llame al 407-414-4451

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