jueves, 21 de abril de 2011

Hay que cortar la cuerda


El otro día escuchaba en la radio a un sacerdote que contaba una historia que me impactó desde el principio. Esta es una de esas historias que vale la pena contar una y otra vez, e iba, más o menos así:

Existía un famoso alpinista que había alcanzado, a través de su vida, todas las hazañas propias de su especialidad deportiva y sólo le faltaba una: Escalar la montaña más alta del planeta... ¡pero sólo, sin ayuda!
Se preparó lo mejor que pudo, planificó y se entrenó, y así se dispuso a comenzar el ascenso.
Todo iba muy bien, según lo previsto. Él avanzaba con paso firme y decidido.

Ya hacia la tarde, antes de que el sol se pusiese, tuvo un percance, se resbaló y comenzó a caer en el vacío.
La caída era interminable, parecía que nunca llegaría al fondo de aquel precipicio. Mientras caía, toda su vida pasaba por su mente como una película, y ya cuando se había entregado a morir, súbitamente, algo lo detuvo.

De alguna manera, la cuerda que llevaba consigo se enredó en algún sitio, deteniéndolo en su caída y así lo mantuvo colgado en el vacío de aquel abismo. Se hizo de noche y entre la tenebrosa oscuridad y el gélido viento le cortaba la piel, él, desesperado, imploró la ayuda de Dios.

Cual no sería su sorpresa cuando escuchó una potente voz que le dijo: ¿Quieres que te salve?
El, sobresaltado, preguntó: “¿Qué? ¿Quién está allí?”.
Y la voz le respondió: “¡Soy yo, Dios! Tú me llamaste. ¿Quieres que te salve?”.
A lo cual, después de pensarlo un poco, el alpinista respondió: “¡Sí, sí quiero que me salves!”.
Entonces Dios le dijo: “Pues bien, mete la mano en tu bolsillo, saca tu navaja y con ella corta la cuerda”.

El alpinista no podía salir de su asombro, y dijo: “¿Qué dices?”.
Y la voz de Dios repitió: “Mete la mano en tu bolsillo, saca tu navaja y corta la cuerda”.
Entonces, con una mezcla de incredulidad y coraje el alpinista le respondió: “¿Estás loco? ¿Tú, que te llamas Dios, me pides que corte la cuerda que es lo único que me mantiene con vida?”.
Y Dios le dijo, una vez más: “¡Mete la mano en tu bolsillo, saca tu navaja y corta la cuerda!”.

La historia termina con el relato de unos exploradores que, al día siguiente, encontraron al alpinista, muerto, congelado, colgando de su cuerda…a sólo un metro de distancia del suelo.

A todos nos toca vivir esta situación tarde o temprano. Todos llegamos a un momento en nuestras vidas en el cual tenemos que asirnos de nuestra fe y cortar la cuerda que nos mantiene atados a una situación que no nos conviene o nos separa de nuestro real propósito en esta vida.

Vivir debe ser un acto de Fe, y es, precisamente esa Fe, la que nos lleva a cortar las ataduras que evitan que toquemos fondo. Es en esas circunstancias trascendentes en nuestras vidas, cuando tenemos que tocar fondo para así poder propulsarnos hacia la búsqueda de nuestro fin último, de nuestro verdadero propósito existencial.

Yo me decidí a cortar mi cuerda para así encontrarme con mi destino, el cual no es otro que llevar mi mensaje de Integración a la Comunidad Hispana de la Florida.
Yo no concibo otra alternativa de éxito, para la Comunidad Hispana en este país, que no sea la de su integración, y para mí esta integración se fundamenta en el aprendizaje del idioma Inglés, la regularización de su situación migratoria, su educación y su participación voluntaria en asuntos comunitarios. ¡Intégrese!

1 comentario:

  1. Te felicito Eduardo ojala que cuando yo llegue a este pais alguien me orientara como tu lo haces ahora

    ResponderEliminar